jueves, junio 11, 2009

Una historia


Magdalena se levantó ese mañana con una sola idea en su mente, de encontrarse con él, sin dejar pasar un día más, no sabía exactamente cómo, pero de alguna forma lo haría. Con el pretexto de encontrar unos zapatos rojos para la falda carmín que tanto le gusta, se prepara para salir, después de tanto escoger la vestimenta precisa para tal ocasión. Cuando estuvo lista, emprendió el viaje.
Una vez en el sitio favorecido, Magdalena caminaba a través de los pasillos infinitos de aquél centro comercial, entrando y saliendo de las zapaterías que encontraba en su camino, cuando se atravesó la tienda de discos, una oportunidad y una parada de rigor para ella, conseguiría aquella melodía que quería desde hacía tiempo volaba en su mente y no había encontrado un espacio para irla a buscar. Escuchó casi todo el repertorio disponible en audible, para futuras adquisiciones, estaba en la sección alternativa, alejada de todo con nula visibilidad hacia cualquier otra parte de la tienda, no importó. Pasado largo rato, era el momento de salir de ahí y seguir adelante. Con disco en mano se dirigió hacia la caja para pagar, pasos antes se encontró con una montaña formada de paquetes de todas las temporadas de su serie favorita, "sex and the city" hizo una pausa para mirar un poco más de cerca y, siguió su marcha. Llegando a la zona de cajas dio un rápido vistazo, para encontrar la fila más corta y formarse ahí, pero todas parecían tener la misma cantidad de personas, no las miró con detenimiento, eran sólo sombras sin rostros ni colores. Magdalena se formó en la más cercana a ella, mientras pensaba en su nueva adquisición musical y cuánto se tardaba el cajero en cobrar unos simples discos de la persona que estaba delante de ella. En ese momento de aburrimiento, volteó hacia su lado izquierdo, que apuntaba directo a la salida de la tienda, pero no pudo ver nada, algo impedía la visibilidad, era un brazo monumental que quedó justo a la altura de sus ojos, aquel brazo tenía cada músculo tan bien definido como cualquier escultura creada por el genio italiano Miguel Ángel, con la misma blancura de aquel mármol que forma al mismísimo "David", su mente lo asoció inmediatamente con "El Elegido" sin dudarlo ni por un segundo, miró de arriba abajo a su dueño, recorrió cada centímetro y el tiempo se detuvo, era él no había duda, a pesar de que no lograba ver su rostro porque la posición que tenía éste mientras atendía su teléfono, no lo permitía. Magalena permaneció estática, los segundos corrían, su mente no daba cabida a lo que sus sentidos estaban percibiendo en ese mismo instante, al mismo tiempo, un millón de pensamiento invadían su mente. La escultura viviente del "David" hizo una pausa en su llamada, para tomar su mercancía, dar las gracias e irse, mientras ella lo miraba todo desde fuera de sí. Ese fue el momento de la verdad, cuando escuchó la voz que emergió de él diciendo "gracias, te veo luego" fue inconfundible para ella, no necesitaba confirmarlo otra vez, finalmente él erigió la cabeza y su rostro quedó al descubierto, revelando la perfección de sus líneas, que deslumbró a Magdalena. La gran emoción que le generó, fue más grande que sol y, la hizo pensar en salir corriendo tras él, mientras sus ojos lo veían caminar alejándose, pero su otro yo se desprendió de ella, la tomó de los hombros, la detuvo y le dijo " no lo hagas, aún no es tiempo", Magdalena aguardó entonces y dejo seguir el curso del cajero que la atendía. Magdalena lo seguía con la mirada mientras "El David de Miguel Ángel" se perdía entre la multitud, cuando Magdalena salió él ya no estaba, había desaparecido.

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